¿Qué es la terapia miofascial?
La terapia miofascial es una terapia terapéutica manual que es utilizada en la fisioterapia y en la osteopatía para tratar disfunciones y/o restricciones en la fascia, lo cual, como ahora veremos, es un tejido conectivo que recubre los músculos, los órganos y algunas estructuras del cuerpo.
El principal objetivo es liberar tensiones, mejorar la movilidad y aliviar el dolor crónico causado por distintas restricciones en dicho tejido, lo que puede provocar un malestar general y limitar el movimiento.
¿Qué es la fascia?
Para poder entender lo que es la terapia miosfacial, tenemos que saber qué es la fascia.
La fascia es una red tridimensional de tejido conectivo que recubre y conecta todo el cuerpo, desde la piel hasta los órganos internos. Además existen diferentes tipos de fascia, vamos a hablar brevemente de cada uno de ellos:
- Fascia superficial: es la que se encuentra debajo de la piel y es la que ayuda en la movilidad general.
- Fascia profunda: es la fascia que rodea los músculos, los tendones, los ligamentos y los órganos internos.
- Fascia visceral: que es la que está relacionada con los órganos internos.
- Fascia meníngea: es la fascia que protege el sistema nervioso central.
Lo que ocurre cuando la fascia se vuelve rígida o pierde la movilidad debido a tensión, inflamación, estrés o lesiones, es que pueda producir dolor, restricciones de movimiento y alteraciones en la función muscular y visceral.
Beneficios de la terapia miofascial
Algunos de los beneficios que tiene la terapia miofascial son:
- Mejora y/o alivia el dolor crónico: como puede ser el dolor de lumbalgia, cervicalgia, fibromialgia o dolor pélvico entre otros.
- Mejora la movilidad articular y muscular. Esto ocurre porque al eliminarse las restricciones en la fascia, los movimientos se vuelven bastante más fluidos.
- Reduce el estrés y mejorar el sistema nervioso. El efecto que se produce con la liberación de tensiones fasciales es calmante y relajante sobre el cuerpo.
- Ayuda a la optimización del rendimiento deportivo. Esto se deba a que mejora la elasticidad de los músculos y la circulación.
- Ayuda y favorece a la circulación sanguínea y linfática, ya que ayuda a la eliminación de toxinas y mejora la salud general.
Tipos de terapia miofascial
Dependiendo de la técnica y la intensidad en la que se realice la terapia miofascial puede variar. Es decir, existen varios tipos de terapias miofascial. A continuación vamos a hablar brevemente de cada uno de ellos.
- Liberación miofascial directa: en este tipo de terapia miofascial lo que se aplica es presión y estiramiento sobre puntos de restricción fascia.
- Liberación miofascial indirecta: en este caso lo que se utilizan son movimientos suaves y sutiles para permitir que la fascia se relaje gradualmente.
- Terapia miofascial visceral: esta terapia se enfoca en la fascia que rodea los órganos internos, con el objetivo de mejorar la función visceral.
- Liberación miofascial cráneo-sacra: la cual se realiza utilizando técnicas suaves sobre el cráneo y la columna vertebral para aliviar tensiones neuromusculares.
¿En qué patologías se usa?
La terapia miofascial se puede utilizar para diversas patologías, os hablamos brevemente de algunas de ellas.
- Dolor musculoesquelético crónico: como puede ser una lumbalgia, una cervicalgia o una dorsalgia.
- Trastornos del tejido conectivo: fibromialgia o fascitis plantar entre otros.
- Alteraciones posturales como ocurre en el caso de la escoliosis.
- Lesiones deportivas. Para patologías tan comunes como puede ser una contractura, una tendinopatía o una sobrecarga muscular.
- Cicatrices y adherencias postquirúrgicas: cesáreas o cirugías abdominales.
- Disfunciones del suelo pélvico: incontinencia urinaria o dolor del suelo pélvico.
- Problemas respiratorios, en este caso nos referimos a patologías tales como las restricciones diafragmáticas y disfunciones costales.
Contraindicaciones
Aunque la terapia miofascial es segura en la mayoría de los casos, existen algunas contraindicaciones que os nombramos a continuación:
- Infecciones agudas o fiebre
- Cáncer en activo sin una autorización médica
- Osteoporosis severa o fracturas recientes
- Problemas circulatorios graves (trombosis o aneurismas)
- Heridas abiertas o cirugías recientes sin cicatrización completa
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